Debido a problemas de salud, debo abandonar la actuación y la pedagogía. Lo que leeréis a continuación son unos artículos que escribí y la entrevista con Pablo Ricart. 

Es humildemente, mi manera de estar presente en esta profesión que tanto amo. 


Utópicas reflexiones de un teatrante

El entendimiento vital del teatro nace de su relación social, de su propia extensión, de sus mismos límites. Emerge como un hecho vivo a partir de la transformación de las relaciones de quienes lo practican y devuelven en estas relaciones -en forma de imágenes, personajes, situaciones dramáticas, espectáculos, etc.- su propia visión del mundo. Para poder producir un mínimo gesto, que trasciende los estereotipos y nos introduzca a través del lenguaje expresivo en el universo creador -donde se destruyen las evidencias- son necesarias horas de trabajo, búsqueda, transpiración, junto con las condiciones objetivas mínimas necesarias para que dicho proceso crezca, madure y llegue a plasmarse en trabajos concretos.

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Lamentablemente, y en muchos casos, hoy los artistas estamos siendo convertidos, y muchas veces a pesar de nosotros mismos, sólo en expertos vendedores pendientes de la oferta y la demanda y nos sumergimos en una dinámica donde nuestro propio trabajo -la fuerza y la razón por la cual existimos- comienzan a banalizarse de manera alarmante. Hoy, en los grupos, el lenguaje específico, la evolución personal y la técnica, y el cuestionamiento social de la tarea pasan a un segundo plano dando el protagonismo a estrategias, para intentar sobrevivir “espiritual y estomacalmente”. En el momento que el grupo conecta con el funcionario de turno, intentando conseguir medios para subsistir, el funcionario nos dice de mil formas distintas que nuestra problemática, que no es otra que intentar trabajar con dignidad y socializar dicho trabajo, no  le importa un carajo, te lo dice finamente, bajo máscaras-tópicos ya conocidos, con “versos” que se repiten y que a fuerza de repetirse “parecen verdad”.

Uno sigue creyendo -en el teatro, por supuesto-, pero la balanza teatral se decanta hacia la mercancía. La antesala de los funcionarios pasa a ser un espacio “importante” y la sala de trabajo comienza a llorar vacía de gestos vitales, de fantasía, de imágenes.

El trabajo se privatiza o auto-margina (para respetar tu autonomía) y uno comienza a desangrarse bajo el subdesarrollo de infraestructura, se desloma pagando alquileres para trabajar  respetándose a sí mismo, pero como “aún” el teatro no es como la leche y el pan, el insertar socialmente tu trabajo es una utopía, ya que comienzas a ser un trabajador con una dinámica social que no encaja dentro de ningún orden laboral. En definitiva, eres un trabajador y no lo eres, eres un esclavo y no lo eres, eres dependiente y no lo eres. Y si no somos no existimos. Hemos sido convertidos y reducidos en una fuerza laboral y social no- peligrosa.

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El Sistema impone las leyes, las reglas de juego. El hambre comienza a llamar a la puerta de los honestos, de los que aún creen que crear es un trabajo arduo y duro, una relación profunda de los hombres, expresada en viscerales imágenes, y no un toque de lucidez en  las relaciones públicas. El Estado mediatiza tu trabajo, compra tu fuerza la ubica en lugares específicos donde el hecho teatral-cultural queda alejado de la Vida, donde digas lo que digas, grites lo que grites, todo queda reducido, banalizado, domesticado. Y tú comienzas a domesticarte, a  domarte a ti mismo de hechos vivos. El Estado compra lo muerto porque teme a lo vivo. Y el funcionario de turno, educado en la muerte, cierra la puerta de lo vivo en términos administrativos.

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Frente a este panorama ¿cuál es el contenido y la forma de existencia de un teatrante? EXISTIR es nuestro SENTIDO. Como esas grandes reservas indígenas -brutalmente despojadas de su razón de ser, de su derecho a “existir” viviendo de acuerdo a sus propias leyes-, los teatrantes no debemos dejar de existir. Pero debemos ser lúcidos y reconocer al enemigo, precisamente para eso: para EXISTIR Y el enemigo es todo aquel que intente quitarte tu fuerza de trabajo, tu autonomía ideológica y estética, tu actitud crítica, tu coherencia, ACTUANDO DISFRAZADO de siglas progresistas, de subvenciones que domestican, de grandes proyectos que encierran la nada. El enemigo te “alquila”, te acerca al pueblo institucionalmente para alejarte vitalmente, nos da de “comer” para que no nos “alimentemos” y transforma nuestras necesidades en necedades.

Dentro de ésta realidad, la lógica, la responsabilidad, el no estafar con tu trabajo, son los primeros síntomas de que uno no funciona bien, y el funcionario de turno -siempre tan feliz y tan tranquilo- te lo hace notar. A estas alturas uno se pregunta ¿por qué no dejar en paz al funcionario (ministros, concejales de cultura, empleados, etc.) y ponerse a trabajar? ¿Por qué exigir al funcionario -único representante de carne y hueso del Estado- que reconozca nuestra existencia? ¿No es esto utópico e imposible? Así es. Porque el funcionario “funciona” precisamente para eso: para negar nuestra existencia.

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Para no perder más tiempo en enigmas “casi” indescifrables, vuelvo a la vieja sala de trabajo a encontrar el gesto perdido en tanto follón filosófico, pero mi mirada obsesionada busca una explicación palpable a esta pregunta que viene desde lejos y cuyo efecto es tan cercano...

¿Qué es la CULTURA para el ESTADO?

¿Por qué y para qué existen edificios-ministerios, ministros, concejales, empleados, subsecretarios, secretarios, etc., etc., etc.? ¿Qué relación tiene todo esto con la CULTURA, con la VIDA, con el HOMBRE...? Volvemos al  trabajo esperando ingenuamente encontrar la respuesta.

Tal vez algún día lejano... el Teatro conviva  sin tanta suntuosidad en los barrios, las escuelas, en los pueblos, en el Hombre y entonces quizás seremos “peligrosos”, porque estaremos cerca de DESTRUIR lo que es la CULTURA para el ESTADO.

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Como punto final y síntesis, el autor de estas reflexiones es un latinoamericano “injertado” en Europa, que comprueba una vez más que el CAPITALISMO, perfectamente insertado en ambos continentes, destruye con la misma precisión y certeza, el ansia de muchos hombres y mujeres de fusionar CULTURA-PUEBLO como un hecho cotidiano y sólido, alejado de la élite de contextos suntuosos y parafernalias teatrales; para ganar otros espacios trascendentes, menos  rentables “políticamente”, pero de una riqueza sin artificios.

En mi continente nos domestican con palos, torturas, desapariciones y un largo etcétera, en éste con parlamentos, discursos vacíos y palabras, palabras y palabras, pero... ¡oh, casualidad y causalidad!, el efecto es el mismo: que el individuo no se descubra creador, porque este descubrimiento conduce a la destrucción... ... a la destrucción  de lo creado, aceptado y establecido por el Estado. Y es este Estado con todos sus poderes y todas sus instituciones mediáticas el enemigo acérrimo del HOMBRE CREADOR.

(Este artículo, “Utópicas reflexiones de un teatrante” fue escrito en enero de 1984, y publicado en Italia y España. Cualquier parecido con la realidad de hoy (octubre de 2024) más de 40 años después, es pura coincidencia. No he tocado ni un punto ni una coma del original. VIVA EL TEATRO.)

Carta abierta a un teatrante desconocido

 Estimado amigo/colega:

Hace tiempo que pienso en escribirte y pedirte que nos hablemos de nuestro amado trabajo. que estás en cualquier punto del continente haciendo equilibrio entre una frustración y una ilusión al mismo tiempo, tal vez estés repasando un texto y emocionándote en un tren sin que se den cuenta los demás pasajeros, o quizás estés sentado en un parque tratando de entender el silencio de la noche que te pide el texto que trabajas en estos momentos o a lo mejor... observando obsesionadamente en un zoológico como se “comporta” la pantera, ya que el personaje que estás trabajando tiene mucho de ella.

Me gustaría iniciar un diálogo contigo donde nos “prohibamos terminalmente” que palabras tales como Subvención, I.V.A., Ley del Teatro, Seguridad Social, Mercado, etc, etc, etc, invadan nuestro territorio epistolar. No, no soy ingenuo ni utópico... todo lo “contrario”, sé que son necesarias y útiles, pero estoy cansado de que ellas ocupen buena parte de mis días y buena parte de mis charlas con mis queridos colegas.

Mis neuronas y mis pensamientos necesitan ponerse en marcha. Decía Jerzy Grotowski: “Cuando algo tiembla bajo tus pies, cuando ya no creas en tus propias experiencias... retorna a las fuentes... al origen... a tu primer día de teatro”. Comenzamos por aquí, mi primer día de teatro: un teatro de aficionados en mi Argentina natal donde desde mi corta edad y altura, miraba a “un señor mayor” que representaba el papel de un campesino estafado llorando porque injustamente le habían usurpado sus tierras. Yo hacía el hijo del campesino y no olvido nunca aquellas lágrimas que yo miraba asombrado, ya no sé si desde “el personaje” o en “primera personita”. Aquellas lágrimas me salpicaban de magia, fuerza, misterio y muchas cosas más que luego intentaría e intento entender todos los días a través de mi vida profesional.

Al poco tiempo y en el mismo teatro, yo observaba, ahora como pequeño espectador, que aquel “mismo señor” se había transformado en un personaje pícaro, socarrón y con una gran capacidad de confabulación para escapar de los enredos que él mismo había creado. Yo reía a carcajadas y observaba como otros “señores mayores” (espectadores) reían hasta las lágrimas, lágrimas que me gustaban y asombraban. Al mismo tiempo que descubría mis primeros pasos por la vida... los estaba descubriendo en el teatro. Las lágrimas de placer y dolor, de éxtasis y rabia, de pasión y locura... la vida misma, aquel “señor mayor”, sin yo saberlo, fue mi primer maestro. No sé que fue de él, siempre lo recuerdo, él me introdujo en “mi primer día de teatro”, su huella quedó en mi.

Muchos años más tarde llegó la “profesión” a mi vida, conocí a otros maestros que me enseñaron a no mentir dentro de la mentira, a pensar el teatro en una dimensión social no solamente reducida a “la carrera del actor”, a descubrir la técnica sin encerrarme en ningún método o dogma y a comprender que cuesta mucho trabajo y sudor crear un solo segundo de magia y emoción verdadera.

Por eso estimado amigo es necesario retornar a las fuentes, no en forma ingenua o diletante... sino para no perder la pasión de estar encerrados horas y horas en una sala buscando un mínimo gesto, una sutileza, destruyendo una evidencia. Espero no estar aburriéndote, amigo, con tanto follón filosófico. ¿Continúo?

Mira... cuando el despacho del funcionario, los pasillos del subsecretario y el teléfono del ministro pasan a ser espacios físicos y “mentales” más importantes que la sala de trabajo... ojo... alerta... algo no funciona.

Perdona el caos en mis líneas, supongo que en el fondo nos estamos entendiendo. Creo que compartirás conmigo que el éxito y el fracaso son la parte más superficial de nuestra profesión, pero el sistema hace que se conviertan en la esencia, pero tú y yo sabemos por experiencias íntimas y dolores propios que la esencia no entiende de éxitos y fracasos.

Te dejo, me marcho a ensayar, estoy feliz de haber iniciado este pequeño diálogo contigo... espero que algún día me respondas... ah, se me olvidaba... soy un defensor a muerte de la libertad de expresión, por eso no puedo “prohibirte terminantemente” que me hables de... ¿tú me entiendes, verdad?, aunque te lo sugiero amablemente... sólo quiero que filosofemos un poco sin pensar que “estamos perdiendo el tiempo”, que hagamos danzar la fantasía de nuestra dura y hermosa profesión, y finalmente que rescatemos al “niño teatral” perdido en tanto laberinto burocrático...

Tuyo, un beso y un fuerte abrazo...


(Esta carta fue publicada por la revista “PRÒLEG”, órgano de difusión de  la Federación de Teatro Amateur, en el año 1996.)


Inocentes consejos de un personaje a una actor en medio de un ensayo:

“Oye, estimado actor, ¿por qué me buscas desesperadamente si yo no me escondo?, ¿por qué me estrujas y me torturas? Yo estoy desesperado por habitarte, habitar tu cuerpo, tus ojos, tu sistema nervioso, tu emoción y tú no paras de realizar acciones, gestos vacíos, tics, que te alejan de mí. En principio, no pienses en el público porque la cagas. No son tan idiotas como para que tengas que darle todo masticado y digerido, esto ya se lo da la tele, ellos vienen aquí a encontrar otro lenguaje, algo así como la artesanía. Sí, esto me gusta, la artesanía, artesanía en medio de tanto souvenir y bisutería de plástico. Bueno, a lo nuestro, no seas ansioso con la emoción, si tienes que llorar, llorarás y sino no pasa nada, no lo fuerces, no estrujes mis sentimientos, pon estructuras, ladrillos sólidos, situaciones bien definidas y ensaya, busca, arriesga, repite, que mi emoción acudirá, hazme caso y no seas tan pedante que estamos hablando “de mi emoción” y creo que yo la conozco algo más que tú ¿no? Oye, respétame un poco, coño, no pienses ahora lo que te ha ofrecido Teatres, sí, sí, no te hagas el tonto, su nueva producción, ahora estamos ensayando otra cosa y respétame un poco. Ahora tienes a tu partenaire adelante, mírala, no, no hagas como que la miras. Ya, ya, tienes la cabecita en otro lado ¿no?, dile el texto mirándola fijamente... penétrala... con el texto. Oye, gilipollas, que yo nunca hablo por hablar, cuando hablo es que quiero conseguir algo, tengo un objetivo, quiero conseguir o modificar algo de ella, como en la vida misma, me cago en Dios, parece mentira que tenga que decirte tantas obviedades.

Continuemos, ¿qué haces ahora?, ¿por qué recitas engoladamente el texto? No tires palabras por el aire, apunta y dispara, piensa que eres un soldado con pocas balas y tienes que usarlas con precisión. Estás perdido... no te enfades conmigo... ni disfruto ni soy cruel, solamente te digo que me tienes adelante y no me ves. Oye, no serás tú de ese método, ¿cómo le dicen? Bueno, mira, olvídate de ese método y toca de verdad, mira a los ojos, no intentes actuar, como antídoto, juega. Eso, juégame, tanto método te está haciendo olvidar lo más hermoso del teatro: jugar. Si jugaras más no me harías tan lineal. Yo, como decía Pirandello “soy uno y tantos a la vez”. Soy dulce, peligroso, valiente, idiota, torturador, cobarde y tú lo sintetizas y banalizas en un solo color, una sola línea. Yo no soy tan simple y aburrido, soy complejo y misterioso, y yo no tengo la culpa que tu forma de encarar la profesión sea la de un mercenario. Perdona, creo que me he pasado, quiero decir, que si estás quemado con esta mierda de profesión, déjala.

Si ya te aburres demasiado en los ensayos y no paras de mirar el reloj, déjala, pero no me deformes, yo no soy solo cáscara, soy pulpa, pepita, carne, cáscara. Vale, tranquilo, relájate, y no te sientas una víctima, que si aquí hay una víctima ese soy yo.

¿Quieres que te diga como soy? Ah, eso te gustó ¿no? Si yo mismo no sé como soy, descúbreme, créame, reinvéntame, tiene libertad, coño. Sí, ya sé que te asusta la libertad, prefieres que el director te diga: “el personaje es así, siente así, piensa así, camina así, etc.”. Y qué coño sabrá el director cómo soy yo, tú puedes ayudarlo a que él lo descubra, él te describe un personaje literario, tú transformarlo en un verdadero ser humano. Pero para ti es más cómodo contentar al director y hacer lo que él te pide, pero a mí “me estás matando en vida”, “me estás matando en vida”, perdona, ya me ha salido mi vena melodramática. ¿Por qué me miras así, como enfadado? El ego no te permite aceptar algunas sugerencias elementales. En fin, si me sigues estafando te denunciaré a la Asociación de Actores, ¿pero cómo te han asociado si no tienes ni puta...?. Hablaré con la Asociación a ver si te dan de baja.

Bien, ya vuelve el dire, continúa el ensayo, tienes una nueva oportunidad, aprovéchala, véngate de mis impertinencias. ¿Y ahora qué haces? No, no camines sin sentido, ya, no sabes qué hacer y te enciendes un cigarrillo, te metes las manos en los bolsillos, te sirves un whisky, haces como que piensas, gesticulas. Si no sabes qué hacer, no hagas nada, no tengas miedo a la inmovilidad, el movimiento por el movimiento es una mierda, no conduce a nada. ¿Cómo puedes ser actor y saber tan poquito sobre el comportamiento humano? No conoces a fondo el material con el cual trabajas, esto no ocurre en ningún oficio y si ocurre se le llama chapucero, diletante, petardo. No te entiendo, no te entiendo cuando comienzas a decir: “no lo siento, no tengo feeling con el personaje, estoy bloqueado”. Escucha bien esto, el obrero de la construcción que se juega la vida en un octavo  piso de un edificio no tiene derecho a bloquearse, porque si se bloquea se mata, se mata de verdad, pero como tú mientes en la ficción y sabes que no te matarás, seguramente te mueves por una planta baja y pretendes que te crean que estás en un octavo piso. Yo dentro tuyo, caminaré por la escena, me sentaré, oiré, y diré palabras, palabras, y palabras, pero en mis venas en lugar de sangre correrá agua. Todo será asquerosamente correcto y racional, mi instinto animal quedará sofocado, mis verdaderos impulsos serán abortados y solo seré una ilustración de lo que soy. Claro, terminarás luego la función, tranquilo, sin sudar, te iras a cenar, hablarás por tu móvil y yo me quedaré desnudo y desnutrido esperándote sobre un escenario oscuro y vacío a que vuelvas mañana a ilustrarme, eso se llama maltrato físico, emocional, psicológico, estético. En fin, las leyes no contemplan todavía esa figura.

Me voy, te abandono definitivamente, lo nuestro no puede ser, tú y yo no tenemos nada que ver, esperaré alguna que otra reposición y haber si hay más suerte, aunque con los tiempos que corren y los vientos que soplan soy un idiota optimista y esperanzado. Estoy más solo que la una, mi autor murió hace más de un siglo, no tenemos sindicato y para colmo no podemos improvisar, cambiar el guión, estar en otra situación, decir otro texto, enamorarme ciegamente de otra y no siempre de la misma. Soy lo  que soy, pero ingenuamente no pierdo la esperanza de que alguien, algún día, decida que yo no soy sólo literatura dramática, quizás ese día podáis volver a vivir de la taquilla y no de las subvenciones.

Pero bueno, antes de que me asalte la nostalgia y me deprima, te quiero advertir, ya no me tendrás delante de ti esperando sencillamente a que me veas y me encarnes, ahora me esconderé detrás de las columnas, detrás de las telas negras y rojas del escenario, detrás de algún objeto de la escenografía. Ahora soy yo el que dice basta y saca toda su mala leche, vete a la mierda, sencillamente, no mereces poseerme. Busca, busca, busca, y si no me encuentras, seguro que no me encontrarás, vete a interpretar culebrones, que ahí estarás como pez en el agua.

Adiós y espero que nunca volvamos a vernos”.

La próxima semana estará disponible la entrevista con el actor Juan Mandli, donde hablaremos de su trayectoria personal y profesional en el mundo de la actuación.