Hablamos en profundidad con la actriz Pilar Martínez, que recibe el lunes 3 de junio el Premi d'Honor Narcís de la Associació d'Actors i Actrius Professionals Valencians (AAPV). Un placer de charla donde repasamos algunos de los momentos más representativos y emotivos de su carrera profesional, que se ha desarrollado en teatro, doblaje y audiovisual.
A.E.: Me gustaría empezar la entrevista hablando de lo más reciente. En el Teatre Rialto, pudimos verte en 'Perquè t'estime, que si no...' escrita y dirigida por Carles Alberola. Una producción del IVC que fue un rotundo éxito de público. Un montaje muy especial por muchos motivos. Un personaje que funcionaba de nexo entre los tres momentos vitales del montaje. Un personaje muy entrañable. Me gustaría preguntarte por este personaje y por el montaje, eras como la piedra angular, muchas de las frases que Carles quería significar en texto y dirección fluyen a través de ti. ¿Cómo fue el proceso de trabajo y de ensayos de 'Perquè t'estime, que si no...'?
P.M.: Efectivamente. Es el único personaje en el momento presente, junto con Jaume, mi pareja. Es la única que viaja al pasado y que pierde un poco el pie, aparte de por su enfermedad, por su imaginación que vuela. Es la que transita todo el tiempo, desde el presente al pasado.
Hice el casting y cuando leí la separata pensé que era muy bonito. A mi cuando algo ya de entrada me parece bonito tengo mucho ganado. Aunque dé miedo el que me guste, significa que me está tocando. Entré al personaje con cariño. Con Carles había trabajado en audiovisual, pero en teatro nunca. Es muy riguroso. Es el autor y el director. Sabía perfectamente todo. Ha sido muy interesante porque tenerlo te facilita el poder consultarle y también te da libertad para creación. Ha sido un viaje precioso.
Le tengo mucho cariño a esta mujer. Ha sido un recuerdo maravilloso del trabajo en equipo. Ha sido una experiencia brutal, éramos una las tres actrices. El público nos llegaba a decir que nos parecíamos físicamente.
A.E.: Se notaba en pequeños detalles, movimientos que compartíais las tres, muy precisos. Además de mucha química en escena.
P.M.: Trabajar en equipo para mí es uno de los grandes valores de la profesión. Sentir que las energías son compartidas, fluyen en cualquier dirección y estás al servicio de los demás y los demás a tu servicio. Ha sido uno de los mayores logros. La creación del personaje se ha hecho con mucho amor, desde el respeto absoluto. A todos los personajes que he hecho en mi vida, les he entrado con el respeto absoluto. Ahí han venido luego los comentarios de que es una mujer tierna, pero al mismo tiempo domina al marido. Ha sido como un poliedro de personaje. Como lo somos en la vida real.
El reto era que es un personaje que de repente tenía alucinaciones, convivía con ellas. No tenía que quedar como una loca, sino como que era algo real lo que le estaba pasando. En esa dirección estuvimos trabajando.
A.E.: Cuando supe que te daban el premio de la AAPV me alegré mucho. Es un premio a toda una labor y una trayectoria. ¿Cómo lo has recibido?
P.M.: Ha sido afectivamente y emocionalmente un abrazo. Un abrazo de parte de toda la gente de la profesión. Soy una de las socias fundadoras de la Asociación de Actores. Antes no existía. Éramos necesarios 10 socios y socias para poderla fundar. Soy la número 9, una de las 10. Un proyecto de profesionalizar a los actores y actrices valencianos. El primer premio que recibí fue hace 28 años por doblar a Vivian Leigh en 'Un tranvía llamado Deseo'. En su momento, fue muy significativo, porque te lo dan tus compañeros y compañeras. Aquel día fue muy emocionante.
Este premio lo defino y lo definiré como un gran abrazo de mis compañeras y compañeros. Como una sensación de cariño y reconocimiento, no solo profesional, aunque se esté valorando la trayectoria profesional, sino afectivo. Me siento muy querida y siento que quiero mucho a mi gente.
A.E.: Ahí estaré desde A Escena Valencia para acompañarte ese día y mi sincera enhorabuena. Sigo esta estupenda charla preguntándote por tus proyectos más recientes. Acaban de premiar la película en el Festival de Cine de Alicante, "L'àvia i el foraster" de Sergi Miralles.
P.M.: En este caso, fue un personaje muy pequeñito. El equipo fue maravilloso y me pareció un sueño. Toda la gente que estaba en este proyecto. También es lo bonito de cumplir años y cumplir profesión. Al final, da igual la medida del personaje, siempre es grande. He estado también trabajando con Moisés Romera y Marisa Crespo en 'Tú no eres yo', en este caso éramos todos protagonistas.
Al final, da igual lo que salga y el tiempo que estés actuando. Es la sensación de que cualquier personaje es grande, si el equipo y el proyecto vale la pena. A nivel de cine ha sido lo último que he hecho, a nivel de cortometraje he hecho alguno también muy interesante.
Me gusta mucho hacer cortometrajes, porque considero que ayudas a abrir puertas a gente que está empezando, en muchos casos. Me da muy buena energía y me siento realizada. También porque hay proyectos que son verdaderas joyas. El año pasado hice varios y me he sentido muy satisfecha.
Soy una persona inquieta. Hago de todo, desde una lectura dramatizada dejándome la piel a un monólogo. Me dejo la piel en cualquier cosa que haga porque adoro mi profesión.
A.E.: Con Carme Teatre también tienes un vínculo muy especial, y te une una gran amistad con Aurelio Delgado. ¿Qué ha significado tu trabajo con Aurelio en tu carrera?
P.M.: Mi primer director. Con él, compartí las primeras funciones profesionales. Empezamos haciendo teatro griego en las plazas de los pueblos. Yo era una esclava troyana, era Cassandra. Dirigida por Aurelio y con un equipo de actores y actrices que la mayoría hemos continuado. No existía todavía la infraestructura teatral que hay ahora en Valencia. No se había inaugurado el Rialto, no habían prácticamente salas pequeñas. Nosotros acabamos en la ESAD y hacíamos teatro en la calle, lo cual era bastante metafórico. No iba a pararnos nadie (risas). Aurelio ha pasado a ser familia mía. Somos prácticamente familia. De la familia que tu eliges. Es una pieza clave en mi vida y en la ciudad de Valencia, creo que el trabajo que están haciendo Raúl y él de mantener una sala con el nivel que tiene la Carme Teatre es muy a tener en cuenta. Estoy muy orgullosa de mis compañeros y amigos.
A.E.: Pude ver la lectura dramatizada de 'Plany en la mort d'Enric Ribera' con texto de Rodolf Sirera. Un gran trabajo y una línea que la Carme Teatre cuida mucho. Espero que la sigan manteniendo, porque creo que en la ciudad de Valencia es una línea de referencia. Un grupo de actores, trabajar esos textos, fomentar la cercanía de las lecturas dramatizadas más al público, que se pueda ver ese día también en otros espacios como La Nau de la Universitat de València. Es muy enriquecedor para Valencia y el trabajo que está haciendo todo el equipo de la Carme Teatre es maravilloso.
P.M.: Están realizando un trabajo exquisito.
A.E.: Quería preguntarte también por tu trabajo con 'La Dependent'. Recientemente, ha recibido un premio por su gran labor de impulso y fomento del valenciano. Trabajaste en 'Júlia' con Joanfra Rozalén y Gemma Miralles. ¿Cómo fue el trabajo y el proceso con la dirección de Gemma Miralles?
P.M.: Maravilloso. Vuelvo a la palabra clave para mi, el equipo. Esto se traduce en que después de haber acabado las representaciones, seguimos manteniendo una amistad brutal. Fue un trabajo muy exhaustivo. Gemma es incansable y al mismo tiempo es una persona muy amable. Unió el rigor de un trabajo muy difícil. Era una adaptación de una novela de la autora alcoyana Isabel-Clara Simó. Adaptar una novela sobre la figura femenina de Júlia, una mujer transgresora en el momento en el que le toca vivir. Fue un trabajo con unos momentos muy coreografiados. Tuvimos asesoría con Júlia Cambra. También momentos con canciones. Fue una maravilla.
Una historia que en apariencia no es moderna, pero que es muy vigente, como lo es la reivindicación de la figura femenina. Con la dirección de Gemma, y acompañada por todos los compañeros y compañeras fue una pasada. Tuve el desafío de hacer dos personajes distintos. Una mujer de pueblo, que trabaja en los telares, en la primera parte, y después la suegra de Júlia, una persona autoritaria y estricta. Fue un desafío bonito el partirme en dos personalidades.
A.E.: Siguiendo tu trayectoria y destacando algunos trabajos muy especiales, me gustaría hablar de 'Las madres presas'. Pude verlo y me encantó. Es sobre el texto de Manuela Ortega. Dirigías y además interpretabas. ¿Cómo fue este binomio de actuar y dirigir?
P.M.: Intenso. No solo actuaba y dirigía, sino que además hacía la dramaturgia. Fue una experiencia y sigue siéndolo porque sigue vigente. Queda mucho trabajo por hacer, por recordar a las madres y a las abuelas de la postguerra. Y de cualquier época. Es muy universal, como cualquier gran función. Lo ha escrito una persona maravillosa, Manuela Ortega. Acaba de presentar su biografía en la Feria del Libro y le hice la lectura del trozo de 'Las madres presas'. Ahora ella también forma parte de mi familia. Voy ampliando la familia.
Me pasaron el texto. Era una novela. Un relato escrito por ella. Me hinché de llorar, porque era maravilloso. Era pura vida. En un principio lo rechacé porque no era un texto teatral, y que aunque me encantaba no se podía hacer. Los hados y el destino confluyeron de tal manera, que me salió la opción de hacerla en el Festival Cabanyal Íntim porque había caído una pieza. Me ofrecían participar, y además en tiempo récord. En una noche debía decidir si lo hacía o no. Pensé que nunca me perdonaría decir que no y en esa noche decidí que sí. Ha sido uno de los viajes más importantes de mi vida.
He vivido experiencias teatrales y humanas por las que doy gracias. He actuado para 142 miembros descendientes de la familia de Manuela Ortega. He escuchado llorar en sala y reír a la gente entre el público. He tenido que añadir un coloquio porque la gente no se iba de los asientos cuando acababa la función.
A.E.: Recuerdo asistir a la función y me pasó eso. Me quedé al coloquio y fue muy emocionante.
P.M.: Al principio la hacía sin coloquio, pero después noté que la gente se quedaba clavada en los asientos y pensé que necesitaban volver a la realidad. Lo que cuenta Manuela, que es un hecho real, es tan potente... y tiene la grandeza de lo universal. Se universaliza. La vida de una niña en la postguerra, con todo lo que conlleva de hambres, de sensibilidades, de solidaridades. Ha sido un viaje personal y artístico maravilloso. Está siéndolo. Las madres son Josefa y Aurora. Son dos madres que se conocen en prisión. Es una historia real que sigue vigente. Les digo que mientras ellas quieran que les dé voz, se la daré.
En la Feria del Libro me han vuelto a preguntar si la llevo en marcha. Y la llevaré hasta que ellas quieran.
A.E.: He visto que también trabajaste con Begoña Tena. Fue una codirección de 'Lo callado'. La forma de escritura de Begoña es muy especial. ¿Cómo ha sido el trabajo con ella?
P.M.: Maravillosamente. Estuve buscando a un dramaturgo o dramaturga preferiblemente, porque me apetecía hablar sobre la mujer. A partir de determinada edad, en la que parece que seamos invisibles. Alguien me habló de Begoña Tena, hasta entonces la conocía por referencias. No directamente. Cuando la conocí, pensé que era una maravilla.
Nos pilló la pandemia en medio. Fue un trabajo de muchas reuniones. Llegó un momento en el que confié plenamente en su saber hacer y en su talento. Hizo tres monólogos, tres bombones, son tres regalos para cualquier actriz. Lo empezamos a codirigir, pero la pandemia nos dejó a mitad, porque fue una residencia de la Carme Teatre.
Finalmente, no tuvo mucho recorrido desgraciadamente, pero como experiencia teatral ha sido preciosa. Tres mujeres que despojé de maquillaje y que no iban a llevar peinado. Solo una pinza en el pelo. Cambiaban sus zapatillas de andar por casa y sus batas. Fue transitar mundos desconocidos y lejanos para mí. Un regalo para mí como actriz. Un personaje era una señora de 80 años sin maquillaje. Era muy entrañable.
La gente luego me decía que no habían tenido en cuenta que no iba maquillada. La gente entraba en el juego totalmente. Fue muy bonito.
A.E.: Pudo ver un montaje muy especial, 'Música empresonada', que se ha repuesto varias veces. Además, en un sitio tan emblemático como es San Miguel de los Reyes. Un montaje grupal de interpretación y música, donde se juntan hechos reales.
P.M.: Y un homenaje a los músicos que estuvieron allí presos. Se ha hecho cuatro años seguidos. Cuatro ediciones. Con una banda de 25 músicos y 4 solistas, más los actores y actrices. Y esa fusión ha sido increíble. Respirar con la música y ellos tocar con nuestras voces. Una pasada. Entrabas en aquel recinto y ya las piedras te hablaban. Te cambiaban. Las piedras estaban, como Toni Tordera escribió maravillosamente en un poema que cierra el espectáculo. Vivas. Tenían vida. Las piedras gritaban.
La sensación de estar encerrados en el patio donde paseaban los presos, y después pasar a la capilla desacralizada, con aquella música maravillosa y solistas maravillosos. Con aquel final, donde la música se repartía por toda la capilla y salía de cualquier rincón mientras nuestras voces se oían. Todo el rato con piel de gallina, tanto nosotros como el público. Se quedó mucha gente sin verlo en cada una de las ediciones. El boca a boca corrió como la pólvora. En Valencia trabajar con músicos, que es la cuna de las músicos, imagínate. Una fusión brutal.
A.E.: Ahora voy a preguntarte por un montaje muy especial, en el que además trabajamos juntos. Con repartazo y un equipo muy especial, 'Happy End', dirigido por Salva Bolta. Un musical con el que se abrió camino en un momento en el que había que abrir ese camino para producciones musicales que vinieron después, como es el caso de 'Tic Tac'.
'Happy End' un musical con una partitura muy gamberra y complicada, escrito por Kurt Weill y Bertolt Brecht. Con dirección de Salva Bolta. Fue un proceso muy intenso y divertidísimo. Nos lo pasamos muy bien.
¿Cómo fue trabajar ese código en teatro, y la mezcla del texto con las canciones? Además, contar con esa escenografía de Paco Azorín. Fue un proyecto que en lo personal y lo profesional nos marcó mucho a todos.
P.M.: Totalmente. Fue un proyecto de alto vuelo. Paco Azorín, al cual había conocido en el "¡Ay, Carmela!" cuando era un niño, me avisó de que lo iba a pasar mal con aquella escalera de 4 metros, sabiendo de mi vértigo. Fue una dedicatoria muy personal de Paco Azorín, esto como anécdota (risas). Fue una pasada, tu lo viviste conmigo y con todos nosotros. Fue exhaustivo.
Teníamos unas jornadas de 9 de la mañana a 19.00 y 20.00 de la tarde. Por la mañana, ensayábamos la parte musical y la parte corporal, con el maestro Chapi y con Christine Cloux, ayudándonos. Por la tarde, ensayábamos todos los textos que componían el espectáculo. Como bien dices, no era un código realista. Con aquel equipazo salió algo único.
Ahora me estoy centrando en los recuerdos. Me estoy obligando mucho con la situación del premio a tirar de recuerdos. Estoy centrándome en el equipo. Había una entrega y una generosidad desde el primero al último que es la que debería haber siempre. El éxito en el proceso estaba garantizado. Independientemente de que luego el éxito en el resultado además salga, el viajar por ese camino en el proceso es una maravilla. Te dan igual las horas, es que quieres ir a trabajar. Lo recuerdo con el equipo de músicos, con la banda que teníamos, encabezada por el maestro Chapi. Encantadores. Con toda la complicidad que se creó entre los actores y los músicos. Se cambiaban los roles a veces. Un elenco y un equipo técnico maravilloso. Fue brutal.
A.E.: Además por esa época, coincide que estuviste en una coproducción del Festival de Teatro Clásico de Almagro, Fira de Tàrrega y Teatre de Ponent, 'a X amor o 'Las mujeres áureas'.
P.M.: He vivido y trabajado muchos años en Barcelona. Aunque ya me había trasladado a Valencia, los contactos con Barcelona han seguido siempre. Me ofrecieron hacer de María de Zayas, de una mujer escritora en el Siglo de Oro español, de las grandes escritoras. Ni me lo pensé, y máxime cuando estaba dirigido por Meritxel Roda, amiga. Coprotagonizado por uno de los grandes pilares en mi vida, Manuel Veiga. Estábamos los tres personajes, Feliciana, Ana Caro y María de Zayas que hacíamos una revolución por la invisibilidad que se nos había dado. También con música en directo. Con Jaco Abel, que es un guitarrista maravilloso, que toca flamenco con guitarra eléctrica.
Estrenamos en Tàrrega y luego fuimos a Almagro. Hicimos también algunos bolos. Hay proyectos en mi vida que son bastante contrastados. He hecho cosas bastante atípicas. Fue una experiencia brutal, que me dio a conocer a las grandes desconocidas. Confieso mi desconocimiento de tantas mujeres maravillosas que habían escrito en el Siglo de Oro. No se les había dado voz. Luego sí que he escuchado algún montaje más en el que sí que se les está dando presencia. Hasta aquel momento no sabía de ellas. Había oído hablar, pero muy de pasada.
Cuando empecé a estudiarme los textos de María de Zayas aluciné. Era una gran autora y gran transgresora feminista. Compaginarlo con 'Happy End' en ese momento imagínate... cosas bien opuestas... De hacer el personaje que hacía en 'Happy End' de una gobernanta, una militar, a hacer una María de Zayas... fue transitar por sitios maravillosos.
A.E.: Me gustaría preguntarte por un montaje especial en tu carrera, y también uno de los más emblemáticos y populares del teatro, '¡Ay, Carmela!' de José Sanchis Sinisterra. Con este montaje, recibiste el XXIX "Premi d'Interpretació Memorial 'Margarita Xirgú' de 2001-2002".
P.M.: Es una parada especial en mi carrera, por muchísimos motivos. Ha sido y será una referencia para siempre en mi vida profesional. En ese momento, estaba viviendo en Barcelona, estaba trabajando en el Teatre Nacional de Catalunya con 15 músicos en directo. Con un musical. Como ves siempre he estado muy relacionada con la música. En muchísimos casos, he tenido que cantar. Siempre digo que no soy cantante, soy intérprete de canciones. No me considero cantante, me considero intérprete que puede cantar y que interpreta las canciones.
Estaba haciendo 'Mals d'amor d'una gata francesa' en el TNC, un musical estricto. Éramos 11 cantantes líricos y yo, la doceava, que se suponía que era otra cantante lírica. Con 15 músicos en directo. En aquel momento, me ofrece Antonio Simón Rodríguez el proyecto de "¡Ay, Carmela!". Había trabajado previamente con él en un Lope de Vega en Barcelona. Lo había visto interpretado por Kiti Mánver, por muchas grandes. Gente que me quería me dijo que era una oportunidad que pocos actores y actrices van a tener en esta vida. Acepté el reto.
Fue un punto de inflexión en mi carrera. Fue un éxito unánime de crítica, de público y de profesión. Lo que más recuerdo fueron las palabras de Sinisterra. Vino cuatro veces consecutivas a ver la función. Tuvimos luego una charla, Aurelio estaba también presente. Las cosas que dijo Sinisterra sobre el montaje y sobre mi personaje las guardaré para siempre en mi corazón.
En una de las presentaciones, hablando de nuestro montaje... dentro de los 40 o 50 montajes que él había visto a lo largo y ancho del mundo, dijo que este estaba entre los dos o tres primeros. Con él viajamos. Se estrenó en el Instituto Cervantes de París. Después viajamos al Festival Iberoamericano de Teatro de Montevideo. Lo hicimos durante dos temporadas en Barcelona, cambiamos del Tantaranta al Club Capitol. Rodó por toda Cataluña. Por donde pasó, nunca dejó a nadie indiferente.
Fue un reto porque cantábamos zarzuela, hacíamos trucos de magia... en mi caso transitaba de la muerte a la vida, como es el personaje de Carmela. Por donde pasó, la gente se esperaba a abrazarnos a la salida. Hubo un antes y un después en mi carrera profesional.
Aparte de la nominación a los Premios Butaca, entre las cinco mejores actrices; aparte del Premio a Mejor Espectáculo de Pequeño Formato en Barcelona; sobre todo fue el entrar en la lista de las premiadas del "¡Ay, Carmela!" con el Premio Margarita Xirgú. El premio tiene el peso de quienes nos votaron, pero sobre todo permitirme estar en esa lista. Tener una placa ahora en la ronda de las actrices de la plaza Margarita Xirgú y de l'Institut del Teatre. Pertenecer a esa lista es un premio.
A.E.: Hay nombres en tu currículum que tienen especial importancia. De algunos ya hemos hablado. Hay más, como en el caso de Carme Portaceli, Rafa Calatayud, Manuel Veiga, que lo has comentado antes, Manuel Molins. Hay como ciertas personas con las que repites a nivel creativo y que te marcan una carrera. Aparte de la familia que tienes, por tus raíces, también tienes una familia a nivel de trayectoria. ¿Qué personas te han marcado más en tu carrera?
P.M.: He decidido que son tantas... Cuando me enteré de que me habían dado el Premi Narcís, empecé a preocuparme para no olvidarme de nadie. Empecé a hacer una lista en mi casa. Cuando llevaba folio y medio, y veía que iba por el año en el que iba, decidí que no iba a nombrar a nadie. A la familia de sangre y a la familia con la que luego he ido montando mi propia familia. No puedo nombrar a tanta gente y no quiero aburrir al público.
Hay tantísimas personas. Luego también hay seres especiales, como Aurelio, Manuel Veiga ha sido un hermano para mi, desgraciadamente ya no vive. Es un hermano no sanguíneo que he tenido. Hay tanta gente y soy tan sentimental, muy familiar, me sabría muy mal dejarme a alguien y no puedo aburrir al público. Ahora te digo lo mismo, no quiero empezar a hablar. Me dejaría a gente sin querer. Manuela Ortega, Raúl Lago, Rafa Calatayud... No puedo ni quiero hacer una lista. Son todos. Sería tanto rato nombrando a gente y además agradecidísima . Sería un aburrimiento y correría el peligro de dejarme a alguien. Seguramente luego me sentiría fatal. Esas personas saben que lo son.
A.E.: Me parece un detalle muy bonito. Al final, es la suma de toda esa familia.
P.M.: Son muchos años y una carrera muy intensa, muy llena. En dos ciudades, ahora también en Madrid, serían tres. Me liberé cuando decidí que no, porque aburriría en la entrega de premios.
A.E.: Quería preguntarte por televisión y trabajos como 'Després de tu', 'Bon dia, bonica'. Ahora está en postproducción 'Respira', un proyecto para Netflix.
No hemos profundizado en el doblaje durante la entrevista, creo que para ti también es parte muy importante de tu carrera y de tu trabajo. Como actriz sé que eres muy todoterreno. ¿Qué te aporta el trabajo en el audiovisual como actriz?
P.M.: Cuando me lo preguntan, pienso que es lo mismo. (Risas). Cambia la técnica y parto siempre de la verdad. Mi único método es la autenticidad. Cambia la técnica. No es lo mismo hablar para la última persona de la última butaca que hablar con una persona que está a un palmo de tu cara. No recuerdo qué actor famoso de los años 50 decía que actuar en cine es gritar con los ojos. Me parece una expresión fantástica.
El instrumento lo tienes que afinar de una forma o de otra. Distinta. Dependiendo de lo que estés representando. El punto de partida tiene que ser de autenticidad. Si estás en un código que no es realista, tienes que saber ese código. La verdad no es que lo que hagas sea realista, la verdad es que lo que hagas sea genuino. Trabajo desde la verdad. Me encanta.
El teatro es mi amante, es mucho más arriesgado, te la juegas a todo o nada. Los matices que a lo mejor puedes dar cuando trabajas en imagen, los matices pequeños, el detallismo que puedes hacer. Dedicarte a cosas pequeñas, muy matizadas. Cuando trabajas en imagen, también te proporciona un placer diferente. Una mirada muy cercana, una respiración. Todo siempre partiendo desde la verdad.
A.E.: ¿Qué ha significado para ti como actriz trabajar el doblaje?
P.M.: Básico también en mi vida. Fíjate que en Valencia no existía el doblaje. Fui de las pioneras. Empezamos a doblar de una manera a nivel técnico que era una locura. Era ir como a pedales. Fue un aprendizaje maravilloso desde la base. Interpretar a través de los ojos de otro actor. No es igual que una creación desde tu punto de partida. Tienes que encarnar a alguien que ya ha interpretado. Tienes que meterte dentro de su emoción, para que quede creíble. Te podría decir que lo paso muy bien doblando.
Hay dos tipos de doblaje. En los dibujos animados, te sale la parte canalla y más naif, y juguetona. Cuando interpretas a una buena actriz en un buen producto es muy placentero mirar a los ojos. Como directora y profesora de doblaje, pido a los alumnos y yo también lo hago, buscar en la mirada de la actriz que estoy doblando. En la mirada se dice todo. Más que mirar la boca y que me quede técnicamente más o menos, buscar en la mirada y en su emoción. Darle mi voz. Todo eso me aporta. Tengo el orgullo de doblar a Carme Machi en valenciano. Lo hace muy fácil.
A.E.: Después de trabajar tantos personajes y textos como actriz, ¿hay algún texto o personaje que te gustaría trabajar o poner en pie?
P.M.: Todos lo son. Mi cabeza no para Pablo. Acabo un proyecto y caigo en el vacío en el que normalmente caemos. Es como que te extirpan una parte que habías estado prestando, de emociones. Ese vacío lo intento rellenar rápidamente poniéndome en modo creación. Se me despiertan los poros y el cerebro. Concretamente, me faltaría abordar como actriz el tema Lorca. He dirigido un monólogo a mi gran amigo Manel Veiga, un monólogo sobre poemas inéditos de los que él había hecho la dramaturgia. Estuvimos haciendo un trabajo exhaustivo sobre la vida de Lorca, sobre la obra.
En el Premio Margarita Xirgú leyó mi glosa, escribió, era muy buen autor. Decía que a una actriz eminentemente lorquiana, no se le ha cruzado Federico por el camino. No es que sea un reto, porque estoy muy satisfecha con cada cosa que voy haciendo, pero posiblemente sea algo que me planteo, que de alguna forma o de otra pasará. Y si no pasa, Lorca sigue siendo uno de mis poetas de cabecera. Estoy llena de Lorca. Llega un momento en el que no hay espacio para la frustración en mi vida profesional. Todo lo que viene es bienvenido. No espero, agradezco lo que me llega.
A.E. Si tuvieras que echar la vista atrás, tras todos estos proyectos. ¿Qué es lo más importante para ti a la hora de actuar?
P.M.: Sentir coherencia y generosidad. Servir al compañero. Darle mi luz para que me refleje la suya.
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