Hablamos en A Escena Valencia con el autor y dramaturgo Pasqual Alapont. Es el autor de dos de los textos que forman parte de la premiada obra "Presoners" (Premi al Millor Text - Premis de les Arts Escèniques Valencianes 2021). Además de Pasqual Alapont, la obra está coordinada por Carles Alberola, con producción de Toni Benavent, y textos de Chema Cardeña, Sònia Alejo, Begoña Tena, Patrícia Pardo y Rodolf Sirera. Una producción de Albena Teatre para la Direcció General de Cultura i Patrimoni.

A.E.: Lo primero que me gustaría preguntarte es cómo llegó a ti el proyecto de "Presoners". ¿Cómo surgió la idea?

P.A.: Mi participación en "Presoners" fue la respuesta a una convocatoria que hizo Carles Alberola a diversos autores, para participar en un proyecto común. Hablando con él en otras ocasiones, sé que era algo que le bailaba por la cabeza de hacía tiempo. La idea de afrontar un texto de estas características, y con el argumento de lo que había sido la represión, la guerra y la posguerra, y todo el periodo de la dictadura. Es un proyecto de los que te hacen cosquillas, muy emotivo. En definitiva, cada uno ha hecho su texto, pero es una forma de encontrarte con los compañeros y compañeras, para plantearse un reto conjunto. Eso para gente como nosotros, que estamos acostumbrados a trabajar solos, siempre es un aliciente. 

A.E.: Me encantó el texto "Descalç" interpretado por Bruno Tamarit, y además cierras el espectáculo con el epílogo "El clam del silenci", un texto que nos conecta con la actualidad e interpretado por Inma Sancho.

P.A.: El tratamiento tenía que ser diferente. 

En "Descalç", el carácter, la expresión, la emotividad del personaje, que vive en carne propia una situación tan dramática como la que encarna el actor Bruno Tamarit, tiene visos trágicos; es una situación espeluznante. Es la valoración de toda una vida en unos pocos minutos, y todo lo que eso conlleva de dramático. 

En el caso del epílogo, "El clam del silenci", debía tener una continuidad, porque de alguna manera el ciclo tenía que cerrarse con la declaración de la nieta, que participaba de esa misma emoción. Pero tenía que recoger también el prólogo, del que se encargó Chema Cardeña, que empezaba la travesía de la obra, y dar un sentido global a la obra, una perspectiva histórica. 

En definitiva, en “Presoners” hablamos de historias individuales, pero tienen también un hálito común. Expresan toda la represión que se había vivido durante muchos años. Había que darle un tratamiento global, de conjunto, y en eso Carles Alberola hizo un gran trabajo. En mi caso, era seguir la vida de los dos personajes a ver dónde me llevaban. Las vivencias que a lo largo de todos esos decenios de represión, de silencio, de vergüenza, de humillación tuvieron que sufrir, son cosas que estaban en los personajes, pero también el orgullo por la defensa de sus creencias, de lo que cada uno quiere defender y de las cosas por las cuales vale la pena luchar.

A.E.: Además está basado... de hecho me lo preguntó público que vino... en las cartas... o cómo fue el proceso para documentaros de esas vivencias... ¿Os basasteis en cartas o en testimonios reales? ¿Cómo fue el proceso de creación y documentación?

P.A.: Cada uno tiene su manera de trabajar, pero creo que hay cosas compartidas. Ya desde el principio sabíamos que íbamos a hacer un trabajo que nos convocaba a un proyecto en común. Aparte de la idea de Carles, de lo que hablamos en la génesis del proyecto, contamos con la participación de Francesc Martínez, periodista e historiador, que conoce muy bien el período como investigador. Nos habló de muchas historias, pero luego tú también buceas en eso. Y empiezas a leer estudios, pero también memorias subjetivas y documentación de lo más diversa, tratando de comprender las causas y las consecuencias de todo lo que pasó y empatizando con las historias de los protagonistas. 

Son historias personales. Hemos leído muchísimos testimonios, muchísimas cartas, por supuesto. De alguna manera, todos están volcados ahí, pero al final tienes que centrarte en algo concreto. Como un rompecabezas, con la suma de determinadas anécdotas que has ido recabando de todas esas lecturas. Tienes que componer un personaje de carne y hueso, que palpite. Y eso también pasa por el tamiz de uno mismo. De ver cuáles son esos resortes, esas pulsiones que te conmueven. No te puedes quedar con una cosa general. Eso sería hacer historia. Lo que buscamos con el teatro es crear una conmoción, que el espectador reciba un impacto y sea él el encargado de filtrarlo y hacer su propia lectura y conclusión. Se trata de crear un personaje que tiene una mirada, unos ojos. Ese era el objetivo, que no fuera algo frío que transmitiese datos, sino buscar los ojos de los personajes. Ese es el empeño del dramaturgo, creo, llegar a lo general a través de lo anecdótico, de lo particular. 

A.E.: Hablando también de anécdotas y de generar conmoción en el público. Recuerdo ahora momentos de "Ficció" y de "Waterloo", también con "Currículum". Son momentos que te rompen el esquema completamente. No sabes lo que vas a ver, y eso es maravilloso. Eso en el proceso de trabajo, imagino que es algo buscado. Hay una parte de improvisación, pero a la vez está pactado. Es una relación con Carles Alberola y con Albena Teatre de muchos años. ¿Cómo es el proceso de trabajo con estos espectáculos?

P.A.: Hablas de diversos espectáculos que tienen mucho en común y algo específico. En el caso del trabajo con Carles, hemos convergido, hemos congeniado muy bien en el aspecto humano y en el trabajo. Tenemos una misma idea de lo que es el teatro, de lo que perseguimos con ello. En eso nos entendemos muy bien. Buscamos crear un artefacto que pueda generar eso que tú estabas diciendo, que el espectador se sienta concernido; ese descoloque, ese extrañamiento que a uno le hace transitar entre la ficción y la realidad, que a veces uno no sabe muy bien dónde se encuentra. Nos gusta jugar con esa línea, esa línea ambigua entre lo que es real y lo que es una ilusión. El teatro es una gran ilusión compuesta de pequeñas verdades. Si detrás del gesto no hay una emoción sincera, el teatro no existe.

En "Waterloo" se habla en primera persona, la historia se cuenta a través de Carles Alberola como personaje. Hay muchas vivencias que parten de nosotros, que forman parte de nuestra biografía. Pero nosotros siempre nos preocupamos de decir que no es nuestra vida. Sin lo que hay en nuestras obras no se podría explicar nuestra vida, pero no son los sucesos de nuestra vida uno tras otro, sino que hay una recreación, un juego, un ir más allá, a veces algo hiperbólico, llegando a situaciones que se escapan de la realidad.

Es el juego del teatro, conseguir esa ilusión. Incluso reírnos de nosotros mismos. A veces hay que exponerse un poco, incluso mucho, para ser capaces de vernos realmente. Cuando hablamos de catarsis se trata de eso mismo, una obra de teatro tiene que ser como la revelación de uno mismo, como autor, como actor o como espectador. 

A.E.: Además de tu relación con Albena, en tu trayectoria destaca un trabajo de muchos años también con La Dependent. Quería preguntarte por el espectáculo más reciente, "Icària"

P.A.: Sí, con La Dependent es con la compañía que más he trabajado. Como con Albena es una relación de cerca de 25 años de trabajo. De muchos espectáculos. De conocernos mucho. De saber qué esperamos de cada uno de nosotros. Igual que en el caso de Albena con Carles Alberola y Toni Benavent, en La Dependent sabes que tienes el privilegio de contar con unos actores excepcionales, Pep Sellés, Pepa Miralles, Joan Gadea... que te lo van a aportar todo. Cuando estás trabajando, de alguna manera cuentas con esa mirada. Sabes los resortes de lo que serán capaces, lo que podrán aportar, cómo transformarán tus textos. Y para un autor es muy importante contar con una estructura como La Dependent, con un productor tan resolutivo como Joanfran Rozalen y una mirada tan inteligente en la dirección como la de Gemma Miralles. Ellos me dan absolutamente carta blanca para poder trabajar. Para mí es una relación muy rica, muy fluida. Cuando tienes una relación de grupo tan larga y tan intensa, se crean unos espacios compartidos, muchas veces con una mirada ya sabes cómo reaccionará el otro. Ellos saben leer muy bien mis obras, y juntos hemos creado espectáculos de los que nos sentimos muy orgullosos.

Sobre "Icària", con La Dependent he trabajado sobre todo la comedia. En nuestros espectáculos nos gusta darle ese trasfondo, que la comedia tenga un punto de reflexión. Cuando te ríes de cualquier cosa, tienes un momento de preguntarte por qué me estoy riendo. Hacerse una valoración más objetiva de lo que pasa. Me gusta como dramaturgo que en la comedia haya un trasfondo un poco acre. En qué momento quieres que al espectador se le congele la risa. Me gusta mucho llegar a perfilar esa línea difícil, de precipicio, "me estoy riendo, pero ¿de qué me estoy riendo?". Ese punto es el que queremos alcanzar, el de una comedia que sea capaz de revelar una verdad. Que conecte con los resortes emocionales del espectador y que le dé materia para cuestionarse, que cuando llegue a casa pueda decir "qué bien me lo he pasado", pero uf, "lo que había aquí"... "Ahora soy consciente de que había una reflexión, un tono crítico".   

"Icària" es un vehículo para la comedia. Crees que vas hacia un sitio y de repente te encuentras en otro. Creo que intentamos darle al espectador un par de "arreones", de "bofetones", para descolocarlo. No por el placer de descolocarlo, como un simple juego, sino para a partir de la emoción tratar de ahondar más en el trasfondo de las cosas.

A.E.: Repasando tu trayectoria, hay montajes que son textos de creación original, y otros son adaptaciones de obras como "La lliçó" o "Tirant Lo Blanc". ¿Cómo afrontas el trabajo de escribir un texto desde cero, original, o adaptar un material que ya está escrito?

P.A.: En el caso de "La lliçó" fue una traducción. Es un texto de Ionesco, y tiene que responder a lo que es Ionesco, pero en valenciano. Hice la versión en valenciano para Moma Teatre que estrenó Pep Cortés, Cristina Plazas y Laura Useleti. El director era Joaquín Hinojosa, que hizo la versión en castellano, y yo me encargué de la versión en valenciano. Era una traducción que tenía que servir al autor. Ionesco es un autor muy ingenioso que hace malabares con las palabras. Para ser fidedigno, para traducirlo bien, hay que "traicionarlo". Es una experiencia enriquecedora poder descodificar una obra. El traductor lo que hace es servir al autor, es como si fueras a ver la Mezquita de Córdoba, no con la mirada del espectador, sino con los planos del edificio en la mano, tratando de desentrañar como se ha construido. Es un trabajo que requiere un conocimiento del autor al que tienes que servir, que sea su misma voz, en otro idioma, pero que sea su misma voz. 

El caso de "Tirant lo Blanc" de Joanot Martorell es diferente, es el gran clásico de nuestra literatura. Hice una versión para teatro infantil, con muchos personajes. Imagínate una novela como la del Tirant, de 500 páginas, tienes que traspasarla a una obra de teatro que dura una hora y media. Hay muchos pasajes, muchas líneas argumentales que puedes seguir en el Tirant. Lo que significa, aparte de una obra de gran entretenimiento, es también la defensa, el ideal de lo que representa el caballero. Una obra cumbre de la novela. Pero en mi caso, tenía que hacer teatro. Tenía que bucear, dejarme llevar por ese argumento, pensar a qué personajes convocaré, y cuáles de las historias que aparecen en el Tirant quiero contar. Hay muchísimas y variadas versiones del Tirant. Para mí, por ejemplo, era esencial la conversación con el ermitaño, cuando se establecen las bases del caballero, de lo que representa Tirant. Me apoyaba mucho en los diálogos originales de la obra. He hecho una obra nueva, pero todo lo que he escrito está en las páginas del Tirant. Tanto lo que es la letra, como también el espíritu. Traspasar al lenguaje actual, a lo que sería un montaje que se representó también en el ámbito infantil, te obliga a jugar con ese lenguaje. Cómo recreas y dejas la impronta de lo que es el Tirant, en una obra que forzosamente tiene que ser contemporánea. Es un juego. Pero tampoco inventamos nada. Eso ya lo hacían Shakespeare o Molière con los autores griegos y romanos. La literatura es un diálogo constante con la propia literatura, con los personajes, con argumentos que se repiten.

A.E.: Para terminar la entrevista, me gustaría preguntarte si hay algún texto, alguna idea... Sea en este momento, o hayas tenido durante mucho tiempo, sobre escribir o adaptar un texto concreto.

P.A.: "¿Cuánto te cuesta escribir una obra?" A veces me resulta difícil responder. No sé, tres meses. Cuando he hecho una novela mucho más extensa o compleja de argumento, un año, quizás... Eso es responder de una manera concreta, pero seguramente no es del todo cierto. A mí hay obras que me acompañan durante años. Tengo una idea, pero no sé cómo va a desarrollarse, vas leyendo, te vas documentando. A veces como escritor tienes la necesidad de investigar las tramoyas que hay detrás de los personajes para conocerlos mejor, y a partir de esa sorpresa se construye algo que tiene más aristas. Es lo que perseguimos todos, que no se quede algo plano. Puedo tener algo que contar al principio, una idea, pero después de tiempo de trabajo y documentación es cuando realmente entiendo qué quería contar. Vas construyendo un argumento, una historia, una trama, y luego, cuando tienes el puzzle construido piensas: voy a deconstruirlo, voy a contarlo de otra manera. Es un proceso que a veces requiere años, pero depende de los textos claro. No me gustaría que sonara como algo frívolo. Hay una novela que hace diez años que quiero hacer, y no sé si al final la realizaré. Hay épocas que me siento más concernido por el tema, y leo vorazmente sobre ello, pero después me olvido. Quedan cosas, apunto argumentos, escenas... Y todos esos retazos no sé cuándo llegarán a cuajar. Luego me pongo tres meses o seis meses de trabajo más centrado en un proyecto determinado. Por suerte, cuando trabajas para un grupo tienes plazos y fechas de estreno que cumplir, que si no…