Es uno de los mejores actores de su generación, y el teatro es su hábitat natural. Gran apasionado del verso y el teatro clásico, Joaquín Notario cuenta con una dilatada carrera profesional. Forma parte de la Compañía Nacional de Teatro Clásico y ha intervenido en más de 30 montajes, dirigido, entre otros, por Helena Pimenta, Miguel Narros, Pilar Miró y José Carlos Plaza. En cine ha participado en cerca de 20 largometrajes como “Julieta” de Pedro Almodóvar, y ha trabajado a las órdenes de Fernando Colomo, David Trueba, Carlos Saura o Montxo Armendáriz. Cuenta, además, con una larga trayectoria en televisión, habiendo intervenido en las series televisivas más populares. A lo largo de su carrera ha recibido el Premio Nebrija Escena, Ricardo Calvo, Premio Villa de Madrid, el Premio Max al Mejor Actor de Reparto por Don Lope de Figueroa en “El alcalde de Zalamea” y recientemente el Premio Arcipreste de Hita en 2019.

Hablamos para abrir la entrevista de “El Castigo Sin Venganza”, de Lope de Vega, con versión de Álvaro Tato y dirección de Helena Pimenta. Hemos podido ver el espectáculo hace pocos meses en el Teatro Principal de Valencia, con gran éxito además y una extensa gira. Quería preguntarte, antes de hablar de esta obra, sobre tus inicios. ¿Cuándo decidiste que querías ser actor y dedicarte a las artes escénicas?

Me decidí bastante mayor, la verdad. Estaba haciendo psicología y el teatro me gustaba, teníamos un grupo de teatro aficionado en mi pueblo, otro en Madrid con un amigo mío, Julio Navarro, que falleció. Decidí dar ese paso, como solo se vive una vez, y probar. Con treinta años empecé a trabajar en el teatro.

Estaba repasando tu trayectoria, y hay muchas obras de teatro clásico y grandes autores. Estamos hablando de Lope de Vega, Tirso de Molina, Calderón… Y la Compañía Nacional de Teatro Clásico ocupa un lugar muy importante. Dentro de tu preparación como actor y los estudios de arte dramático, ¿cuándo sentiste esa conexión con el clásico?

Llegué de una manera casi casual, pero mi amor por los clásicos viene desde que yo estaba estudiando. Desde que tenía 13 o 14 años. En los recreos del colegio donde estaba me iba a la biblioteca y leía a los clásicos: Peribáñez, Fuenteovejuna, La vida es sueño… Mi llegada profesional fue prácticamente casual. Ocurrió porque mi maestro, José Carlos Plaza, iba a dirigir una obra en la compañía y me llamó para hacer el protagonista de la obra. A la vez, Pilar Miró, con otra obra por cambios en el reparto, y quería que hiciera el protagonista. Eran dos obras que se iban a poner a la vez. Con José Carlos Plaza era la obra “La venganza de Tamar” de Tirso de Molina y con Pilar Miró era la obra “El anzuelo de Fenisa” de Lope de Vega. Antes había hecho clásico, había empezado con Juan Pastor haciendo “El castillo de Lindabridis” de Calderón de la Barca, en una carpa que había al lado del Teatro Español, en la Sala Pequeña del Español, que lo hacíamos para gente joven y los sábados lo dábamos para la gente adulta. Tuvo muchísimo éxito. Fuimos al Festival de Almagro, tres o cuatro días. Éramos una compañía joven. La primera promoción de la Escuela de Tecnología y una compañía de actores jóvenes. Inauguramos un sitio que se llamaba Los Fúcares, esto era el año 89 creo. El último día, yo recuerdo, que la cola que había daba la vuelta a la manzana. Luego hice con Miguel Narros “La discreta enamorada” de Lope de Vega, con Berta Riaza, Natalia Menéndez, Juanjo Artero, Paco Casares, y también tuvo mucho éxito. Pero en la Compañía fue de la mano de José Carlos Plaza. También di clases mientras estudiaba, estuve en el Laboratorio de William Layton, y había una excelente profesora de verso, que era Josefina García Aráez, y ella nos contagió mucho el amor a los clásicos.


Si hablamos de grandes personajes en tu trayectoria está Segismundo de “La Vida es Sueño”, Pedro Crespo de “El Alcalde de Zalamea”, son dos personajes, comentabas en entrevistas anteriores, que tenías muchas ganas de encarnar en un escenario. ¿Qué supuso para ti como actor encarnar estos personajes?

El primero que me sorprendió muchísimo es Segismundo, de “La vida es sueño”, yo había leído en el periódico que lo iba a montar Calisto Benito, pero claro con otro reparto. Y dije adiós a uno de mis sueños, porque era un personaje soñado para interpretar. Y ahí vino mi sorpresa cuando en verano me llaman porque se había ido el actor y querían hacerme una prueba para interpretarlo. Entonces, pasó. Fue la primera vez que se me cumplía un sueño. Algo que siempre he perseguido, y de repente apareció. Más que perseguirlo soñar, pero no de una manera obsesiva, porque si luego no se cumple es horrible. Tener esa ensoñación con hacer este personaje. Fue muy generoso conmigo, porque me dio muchas satisfacciones.

Además, poder trabajar el verso de Calderón, que no es cualquier cosa…

Con Calderón siempre hay una seguridad de que los personajes que hagas con él están muy bien hechos. Calderón retrataba y construía muy bien los personajes desde su escritura.

Y con Pedro Crespo en “El Alcalde de Zalamea”…

El personaje de Pedro Crespo fue maravilloso. Se juntaron dos cosas que son parte de mi vida. Una es el personaje de Pedro Crespo que es agricultor, viene de una familia eminentemente agricultora, y mi profesión que es el teatro. Fue muy emocionante interpretar y revivir a mi padre, a mis abuelos, a mi hermano, a mucha gente. Fue maravilloso.

Volviendo al Duque de Ferrara, de “El castigo sin venganza”…

Y el último sueño que he tenido ha sido interpretar al Duque de Ferrara en “El castigo sin venganza”. Ha sido uno de mis grandes sueños. Cuando yo era estudiante vi cómo lo montaba Miguel Narros, con un reparto encabezado por Ana Marzoa, Juan Ribó y José Luis Pellicena. Me enamoré de ese montaje y pensé que alguna vez me gustaría interpretar al Duque de Ferrara, y bueno, esta vez también se cumplió, lo interpreté y ha sido maravilloso. Cuando lo despedimos en la gira, en Valencia, junto con el montaje, me dio muchísima pena, porque es un personaje que me ha dado muchísima vida.



Además de los personajes que hemos hablado, ¿hay algún personaje que te gustaría interpretar?

Interpreté a Don Lope en “El alcalde de Zalamea”, al rey Basilio de “La vida es sueño”. Me quedan personajes, Clarín y Clotaldo de “La vida es sueño”, me queda Sempronio de “La celestina”. Quisiera hacer “El gran teatro del mundo” alguna vez en mi vida. Me gustaría hacer el rufián Castrucho. Hay muchísimos todavía por hacer, hay cantidad. Eso del teatro clásico, y otro tipo de teatro, que también podemos llamar clásico, pues por ejemplo a  Don Juan de Montenegro de “Las comedias bárbaras”; Don Latino y Max Estrella de “Luces de Bohemia” de Valle-Inclán; a Pedro Gailo de “Divinas Palabras”; quedan muchos, y no te quiero contar si nos metemos en mundo Shakespeare o mundo Molière. Los quiero hacer todos (risas).
Y además, ahora tenemos a grandes autores como Juan Mayorga, Paco Bezerra, Alberto Conejero, Carolina África. Tenemos mucha suerte de tener una cantidad de autores impresionante.

En el caso de Don Lope de Figueroa, repasando tu trayectoria, se da una circunstancia especial, por un lado el montaje de “El Alcalde de Zalamea” junto a Carmelo Gómez, que pude disfrutar en Valencia, dirigido por Helena Pimenta; y el montaje anterior que hiciste con Eduardo Vasco, donde interpretabas a Pedro Crespo. ¿Cómo es trabajar una misma obra con personajes diferentes y en dos montajes diferentes?

Cuando hice “La vida es sueño”, cuando interpreté a Segismundo, en mi cabeza y en mi cuerpo se fue conformando el rey Basilio. Cuando interpreté a Pedro Crespo, también se me fue conformando Don Lope de Figueroa. Es algo que de manera inconsciente se va construyendo dentro de ti. Fue maravilloso. El trabajo de teatro es muy en equipo, no hay nada individual. Tú tienes tu propuesta y depende de la visión que tiene el director, o la directora, y de la visión que tienen de su personaje los otros actores y actrices. Y de ahí, sale un resultado final que si es de buena química es bastante fructífero y maravilloso. En mi caso he tenido mucha suerte, cuando interpretaba Pedro Crespo, Don Lope lo interpretaba mi amigo, que por desgracia falleció, José Luis Santos, con el que la química fue maravillosa. Y cuando interpreté a Lope de Figueroa, Pedro Crespo lo interpretó Carmelo Gómez, y con él el viaje fue también impresionante. Fue una maravilla el viaje del hecho escénico con él, yo estaba encantado.

El año pasado viviste un momento muy especial, porque te otorgaron el Premio Arcipreste del Año. Es un premio que han ganado actores como José Sacristán, Emilio Gutiérrez Caba y Carlos Hipólito. ¿Cómo fue esa llamada cuando te enteraste que iban a darte el premio?

Fue una sorpresa alucinante, porque no lo esperaba. No me lo esperaba y yo no pensaba que me iban a llamar. Yo nací en un pueblo de Guadalajara, Yunquera, y se ve Hita. Hita está al pie de un monte, y desde mi pueblo yo veía Hita. Siempre que voy a mi pueblo veo el pueblo de Hita. Fue maravilloso, realmente. Recuerdo que le llamé a Carlos Hipólito, que había ganado el Premio el año anterior. Y me dijo que le pasó igual, cuando le llamaron a él, llamó a Emilio Gutiérrez Caba que había ganado el año anterior. Me dijo lo mismo que a él, “disfrútalo”. Y de hecho es un disfrute, con José, con el alcalde, tengo muy buena relación y de verdad da gusto. Sobre todo me gustó que en mi propia tierra me reconocieran, fue emocionante.



Volviendo a “El castigo sin venganza”, hablando un poco más de tu personaje, del Duque de Ferrara, es muy complicado, muy recio, debe mantener el orden a toda costa, es muy pasional también. Tiene que gestionar algo muy complicado, es un castigo y en cierta forma una venganza a su hijo y su mujer por celos amorosos. ¿Cómo ha sido encarnar a un personaje que tiene que asumir el mando cueste lo que cueste, y que tiene esa autoridad en escena, y aparte ese tormento interno?

El carácter de este personaje es maravilloso, porque tiene muchos lados. Tiene muchos componentes y para cualquier actor eso es una maravilla. Me llamó mucho la atención que es un hombre que en su vida ha hecho lo que le ha dado la gana, y tiene una especie de catarsis. Cuando vuelve de las guerras, es otra persona y quiere ser otra persona, pero ya es tarde, porque las circunstancias de la vida le llevan a un lugar peor que en el que estaba. Eso es muy doloroso, porque hay que reconocerse en uno mismo muchas carencias y cosas que no quería ver de mí, y ponerlas delante de mí. Y vamos a ver cómo toreamos este temporal. El proceso de identificación con el personaje fue doloroso, pero luego el proceso de ensayos fue una maravilla. Al final encontré un camino muy bueno para este personaje, porque quiere ser una buena persona y las circunstancias no le dejan.

Antes del confinamiento, estabas ensayando “El enfermo imaginario” con Josep Maria Flotats para el Teatro de la Comedia. Quería preguntarte si nos puedes adelantar algo de este montaje y de la versión de Flotats sobre el texto de Molière.

Estoy encantado con Josep Maria. Llevábamos intentando colaborar en dos ocasiones, pero no había podido ser. En esta ocasión sí, pero no hemos podido estrenar el pasado 25 de marzo en el Teatro de la Comedia, esperemos poderlo hacer para el Festival de Almagro. La obra ya está, de hecho. El decorado estaba ya montado en el Teatro de la Comedia para estrenarlo allí. Mi personaje es un personaje pequeño, que sale en el último acto de la función. Eso me permite disfrutar de los dos primeros actos cuando los veo, estoy maravillado. Flotats es un conocedor perfecto de Molière. Ha hecho un gran reparto. Con él se entiende muy bien a Molière. Ahí vemos al gran maestro y actor que es.

Muchas gracias por esta entrevista Joaquín, y estaré pendiente para hacer una escapada a Madrid para ver “El enfermo imaginario”.

Gracias a ti, y estos días “quédate en casa”.