'En la orilla' es uno de los proyectos teatrales más esperados de la temporada. Se puede ver en la Sala Francisco Nieva del Teatro Valle-Inclán de Madrid, hasta el próximo 21 de mayo. El resultado es un trabajo meritorio gracias a la versión de Ángel Solo y Adolfo Fernández, quien también dirige este montaje, una coproducción de K Producciones, La Pavana/Diputació de València, Centro Dramático Nacional y Emilia Yagüe Producciones.

Adaptar la novela de Rafael Chirbes es un gran reto por muchos motivos, pero especialmente por su construcción narrativa a modo de diario personal, basado en recuerdos, y por toda la poética y las imágenes que como lector saboreas de una manera muy amarga y realista en el relato. Los personajes de 'En la orilla' son víctimas de sí mismos, de su arrogancia, de su envidia, de su egoísmo, de una vida insatisfecha llena de soledad compartida. La catarsis que sufre el espectador es verse reflejado a sí mismo y a personas cercanas que tiene a su alrededor, con las que identifica de pleno a los personajes. Como la vida misma. Así son las personas. Con sus luces y sus sombras.

Tras el visionado de 'En la orilla' en el patio de butacas, y gracias a la proximidad del espectador con el escenario en la Sala Francisco Nieva, las emociones llegan como una cuchilla hasta el tuétano. En esta historia no hay concesiones, y en la novela así está marcado con una línea roja. Además del trabajo respetuoso con la construcción de los personajes, destaca la composición de la escenografía, muy dúctil y aprovechada al máximo, lo acertado de las proyecciones, la iluminación atmosférica y las músicas, que nos transportan a casi un relato fílmico en muchos momentos, donde se entretejen con la puesta en escena teatral a través de los diferentes cuadros y sus transiciones con buen ritmo.

¿Cuántas veces has ayudado a alguien cuando te lo ha pedido, y en el momento de más necesidad te deja completamente solo por su interés o su comodidad? ¿Conoces algunos matrimonios que son pura conveniencia y frialdad, y lo último que existe es el amor de verdad? ¿Cuántas veces la crisis hace que las personas entren en una depresión profunda donde no ven salida, pierdan su trabajo y sus sueños, y lo único que pueden hacer es seguir con la inercia de sus vidas? ¿Has trabajado y te has dejado la piel en un oficio y después no recibes sueldo, o es tan bajo que eso te genera tirar la toalla o lo tienes que mendigar a tu jefe? ¿Alguna vez tus amigos o tu familia han hecho burla de tu situación profesional o personal a sabiendas de que eso te genera rabia, tristeza o más aún, odio? Seguro que has pasado por alguna situación similar en la vida, por varias, o por todas. Pues todo eso y más lo vas a encontrar en esta obra, un espejo que rompe esa realidad idealizada de hoy en día a través de las redes sociales en mil pedazos. La vida real duele y las personas sólo se salvan a sí mismas por interés y supervivencia individual.


La vida en Olba se presenta como es y las personas tal como son, con sus miserias, su oscuridad y su cara menos amable, la que siempre se esconde entre las máscaras sociales, el carisma construido y una sonrisa cómplice de cartón piedra. El descubrimiento de un cadáver en el pantano dará comienzo a la narración. De todo el conjunto, el personaje más noble es Esteban, interpretado con solvencia por César Sarachu, un pobre hombre que lo único que hace es aguantar una tras otra las acometidas del destino: una empresa en ruina, un amor verdadero perdido y un padre con dependencia al que tiene que cuidar. El contrapunto lo dan los actores Rafael Calatayud y Marcial Álvarez con sus personajes, cada uno desde un lugar diferente, pero con un denominador común, un profundo sentimiento de rabia y soledad que los convierte en seres déspotas y egoístas. A destacar el trabajo interpretativo de Yoima Valdés como Liliana en la escena con Esteban y su padre, cuando decide abandonar el hogar; y el de Sonia Almarcha como Leonor con un monólogo lleno de dureza en uno de los momentos finales de la pieza. En el caso de Ángel Solo y Adolfo Fernández sus apariciones en escena son más puntuales pero igualmente efectivas.


'En la orilla' es un descenso a los infiernos de la vida cotidiana, de la crisis de la burbuja inmobiliaria, de frustraciones que acompañan toda la vida, y de unos personajes que son un mosaico de lo que hay cada día. Aquí no hay finales felices, sólo el abismo. No os perdáis esta obra por su impacto y porque hace reflexionar sobre la vida cuando sales de la sala, uno de los grandes objetivos del teatro, hacer que el espectador piense y reflexione. 


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